El sábado pasado, en La oración perfecta, parte 8, vimos que para vencer la tentación, primero debemos reconocer que no podemos vencer la tentación por nuestra cuenta; debemos reconocer que es solo Dios quien puede mantenernos fuera de la tentación; y debemos poner nuestra confianza en Su capacidad para guiar nuestros pasos por el camino que deben seguir.
Pero “No nos metas en tentación…” es solo la mitad del último versículo de la Oración Perfecta de Jesús. Sigue diciendo: “…mas líbranos del mal” (Mateo 6:13b NVI). ¿Cuál es la diferencia entre esto y la primera mitad?
A mí personalmente me gusta verlo así: en mi caminar por la vida me encuentro con muchas tentaciones. Reconocer y admitir esto y confiar en que Dios nos libre de ello es, como vimos la semana pasada, vital. Pero ¿qué pasa con las trampas en las que ya estoy atrapado? Quiero decir, sería bueno decir que todo de lo que tengo que preocuparme es de evitar caer en la tentación. Pero esto no es verdad. A menudo me acosan la preocupación, la intemperancia, la falta de perdón, la ofensa, etc.
Sé que no soy la única en esto, porque de lo que estoy hablando aquí no es nada más que de nuestra naturaleza humana pecaminosa. Nada ilustra mejor este concepto de la naturaleza humana y nuestra necesidad de deshacernos de ella que la historia de Lázaro. La Biblia registra que Lázaro salió del sepulcro, “…atados los pies y las manos con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario” (Juan 11:44a NVI). Amigos, ¡entregarle nuestro corazón a Jesús no hace que de repente desaparezca toda nuestra vieja naturaleza pecaminosa!
Sin embargo, no podemos tomar esto como una excusa para permanecer en nuestro pecado. Se nos dice claramente que nos deshagamos de estas cosas: “En cuanto a vuestra anterior manera de vivir, despojaos del viejo hombre…” (Efesios 4:22 NVI).
No sé ustedes, pero es más fácil decirlo que hacerlo. La buena noticia es que no se espera que lo hagamos solos. Cuando Lázaro salió de la tumba, Jesús dejó esto muy claro: “Desátenlo y déjenlo ir” (Juan 11:44b NVI). Por supuesto, estaba diciendo esto a los espectadores, y esto dice mucho sobre nuestra responsabilidad unos con otros. No solo debemos deshacernos de nuestra propia naturaleza humana, sino que también debemos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a liberarse de sus “vestiduras de entierro”.
Sin embargo, como todos sabemos por experiencia, no es fácil renunciar a los pecados de nuestra naturaleza humana, ni es fácil ayudar a alguien más a ser libre. Primero debemos ver la necesidad de ser libres, y esto requiere aprender a odiar los pecados que nos asedian, tener el deseo en nuestro corazón de ser libres y estar dispuestos a deshacernos de las “vestiduras de entierro” nosotros mismos o permitir que alguien más nos ayude con esto.
Por eso Jesús incluyó esta línea en la oración perfecta. Por nosotros mismos no podemos liberarnos de las trampas en las que estamos atrapados; pero cuando oramos, “…pero líbranos del mal”, le estamos pidiendo a Dios que nos muestre las partes de nuestra naturaleza humana que Él quiere sanar, que nos ayude a odiar ese pecado en nuestras vidas, que ponga en nuestro corazón el deseo de ser libres y que nos libre de los pecados que nos acosan en nuestras vidas anteriores.
Pero, ¿esta frase va un paso más allá? Quiero decir que la Biblia sí dice “mal” y no “pecado”.
Algunas versiones en inglés traducen esto como “el maligno” (ver Mateo 6:13 NVI). Todos sabemos que la tentación y el pecado no son las únicas armas que el maligno usa contra nosotros. También usa tiempos difíciles, problemas de varios tipos, incluyendo la muerte, accidentes, enfermedades, etc. ¡Esta conmovedora frase en la oración perfecta de Jesús le está pidiendo a Dios que nos proteja y nos libre de cualquier ataque del diablo!
En resumen, entonces, ¡esta pequeña frase se encuentra en la oración perfecta porque necesitamos liberación de las trampas del diablo! Esto nos recuerda que necesitamos ser liberados de los pecados de nuestra naturaleza humana, y nos recuerda que Dios nos protege de todo daño. Animo a cada uno de ustedes durante esta próxima semana a que continúen rezando el Padre Nuestro diariamente. Esta semana, sin embargo, dediquen un tiempo especial a meditar en esta línea: “…pero líbranos del mal”. Pídanle a Dios que los proteja de todas las trampas del diablo, y especialmente que les revele las partes de su naturaleza pecaminosa de las que Él quiere ayudarlos a liberarse. Pídanle que los ayude a odiar ese rasgo pecaminoso, a querer ser libres y a darles la libertad que Él tiene para ustedes. Luego hagan una declaración de fe de que Dios puede y los liberará de todo mal: “…pero líbranos del mal”. Cuando lo hagan, comenzarán a odiar los pecados que los asedian y a desear ser libres. Lentamente pero con seguridad, verán que esas “vestiduras de entierro” –esas adicciones y esas partes feas de su naturaleza humana– comienzan a caer. ¡Comenzarán a notar la mano protectora de Dios sobre ustedes!
Y esto, amigos, nos lleva al final de la oración perfecta de Jesús, tal como fue registrada en Mateo 6. Sin embargo, si usted es de la escuela anterior, como yo, aprendió otra línea más de esta oración, una que curiosamente no aparece en el texto original y, como resultado, no aparece en la mayoría de las traducciones al inglés… ¿Esta “cola” tradicional de la oración perfecta?
¿Realmente justifica… rezar esta línea? Únase a nosotros el próximo sábado: “Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria: La oración perfecta, Parte 10”.
En su amor,
Lyn
Lynona Gordon Chaffart
Moderador, autor, director interino, Ministerios Answers2Prayer
Traducido por Pascal Lambert