Ayer tuve una experiencia interesante mientras montaba a caballo. No había tenido la oportunidad de montar en dos semanas y nadie más había montado a “mi” caballo durante ese tiempo tampoco. Él siempre está dispuesto a moverse; pero ayer estableció récords de todos los tiempos en cuanto a querer correr. Pedirle que bajara la velocidad era como pedirle a la lluvia que dejara de caer, y yo estaba exhausta de tratar de detenerlo. Al final, le permití que corriera y agotara su energía.
¿Por qué no lo dejé correr primero?
Porque fue su idea y no la mía. ¡No debería pensar que él tiene el control! ¡Esto no es lo que quieres que crea una criatura de una tonelada que está debajo de ti!
Yo también soy un poco como mi caballo. ¡Me gusta ser la jefa! Todas las mañanas le pido a Dios que se haga cargo de mi día, que me muestre mis necesidades y que vuelva mis ojos hacia Él, mi único proveedor. Mientras tanto, ¡estoy ocupada tratando de controlar las cosas por mi cuenta! Los brazos de Dios deben estar exhaustos de tratar de retenerme, y casi puedo oírlo: “Hijo mío, ¿no has orado esta mañana: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mateo 6:11 NVI)? ¿Por qué, entonces, intentas hacerlo por tu cuenta? ¡Detente! ¡Déjame responder tu oración matutina!”
Cada vez que intento hacer las cosas por mi cuenta, fracaso; pero en el momento en que me entrego, hay éxito. ¡Qué curioso!
Sin embargo, a veces creo que Dios entiende mi necesidad de estar a cargo. Así como ayer permití que mi caballo se agotara, cuando le entrego algo a Dios, ¡a veces parece que Él me deja ir! Así como sabía que mi caballo eventualmente se cansaría lo suficiente como para reducir la velocidad a un ritmo cómodo, Dios sabe que yo también me cansaré.
Mi objetivo es que mi caballo comprenda que no me importa un paseo rápido, siempre y cuando sepa que todavía estoy a cargo. Mi meta espiritual es similar: llegar a entender que a Dios tampoco le molesta un viaje rápido, siempre y cuando Él siga al mando y yo lo sepa.
La Biblia nos dice en numerosas ocasiones que nos sometamos a Dios, y casi siempre hay buenas razones. Estas son solo algunas:
1. “Someteos, pues, a Dios, pero resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7 NVI). Antes de poder resistir al diablo, ¡debemos someternos a Dios!
2. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, ése la salvará” (Lucas 9:23-24 NVI). Cuando nos negamos a nosotros mismos y nos sometemos a Dios, ¡estamos salvando nuestras vidas!
3. “Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. (Hebreos 4:16 NVI). Cuando nos acercamos al trono de la gracia (léase “entrega”), ¡recibimos misericordia y gracia para nuestras necesidades!
4. “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas“. (Proverbios 3:5-6 NVI). Cuando reconocemos a Dios en todo (léase “entrega”), ¡nuestros caminos se enderezan! Y una más:
5. “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y llevar a cabo su obra” (Juan 4:24 NVI). Cuando nos rendimos a la voluntad de Dios, somos nutridos y también equipados para llevar a cabo Su obra.
Hay muchos más ejemplos de las ventajas de la rendición, pero basta con decir que la rendición no significa que nunca podamos hacer lo que queremos hacer. Recuerde, una vez que mi caballo se rindió a mis órdenes ayer, ¡lo dejé hacer lo que quería hacer! ¡Y también me divertí montándolo a ese ritmo! Dios también conoce los deseos de nuestro corazón, y la rendición completa y total a Su voluntad nos abre las puertas para recibir plenamente los deseos de nuestro corazón.
¿Recuerda Salmos 37:4? ¿La promesa que tan a menudo citamos cuando tratamos de lograr que Dios haga lo que queremos que haga? “Él te concederá los deseos de tu corazón” (v. 4b NVI).
Lo que olvidamos es que este versículo popular también está precedido y seguido por un estímulo para ¡Ríndete! “Confía en el Señor y haz el bien; habita en la tierra y cultiva la verdad. Deléitate en el Señor… Encomienda al Señor tu camino, confía también en él…” (Salmos 37:3, 4a, 5-6a NVI). Sólo entonces la Biblia nos dice: “…y Él lo hará. Él hará brillar tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (Sal. 37:6b NVI). ¡Y note que Dios está definiendo aquí los “deseos” de nuestro corazón! ¡Nuestra justicia y nuestro juicio!
Pero, al final, esto es realmente lo que nuestro corazón desea, ¿no es así? Oh, podemos pensar que nuestro corazón desea una nueva camioneta todoterreno o no tener que trabajar tan duro, pero cuando nos sometemos al Señor, Él nos da lo que realmente queremos, incluso si no somos conscientes de ello.
Cuando finalmente me bajé de mi caballo, estaba muy contento. Estaba cansado, pero contento. Y cuando nos sometemos por completo a Dios, podemos estar seguros de que estaremos igual: ¡contentos! ¿Por qué no intentarlo?
En su amor,
Lyn
Lynona Gordon Chaffart
Autora, moderadora, directora interina, Answers2Prayer Ministries
Traducido por Pascal Lambert