“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿por qué he de temer? El Señor es mi fortaleza, que me protege del peligro, ¿por qué he de temblar?” (Salmos 27:1 NTV)
Cuando era niño, cuando se acercaba la Navidad, mi padre siempre iba al bosque y elegía un pequeño árbol de hoja perenne para cortarlo y usarlo como nuestro árbol de Navidad. Un año fui con él y, para gran disgusto de mis hermanos, elegí el pino más feo y desaliñado que se haya conocido para que fuera nuestro árbol de Navidad. Sin embargo, mi padre, en su amor por mí, lo cortó y lo decoró, por muy mal que se viera. Luego, cuando llegó el año nuevo, lo sacó afuera y lo dejó caer cerca del borde del bosque para que se descompusiera. Lo observé durante todo el invierno con un poco de tristeza mientras sus agujas se ponían marrones y se caían. Realmente deseaba que hubiera vivido más y crecido más alto.
Cuando era un hombre joven, casado y con hijos, pasamos una Navidad en casa de mi suegro y descubrimos que, en lugar de cortar su árbol de hoja perenne, lo había desenterrado y lo había puesto en una maceta grande llena de tierra. Lo regó y cuidó durante toda la temporada navideña y luego lo volvió a plantar en su patio trasero para disfrutarlo y verlo crecer en los años venideros.
En la actualidad, mi árbol de Navidad es artificial y todos los árboles de hoja perenne del bosque están a salvo de mí. En lugar de cortar o comprar uno cada año, los miro crecer hasta cincuenta y sesenta pies de altura en los bosques que rodean mi casa. Qué hermosos se ven cuando la nieve cae sobre sus ramas. Y cuando llegan los días más fríos y oscuros del invierno, me recuerdan que la vida, el crecimiento y el amor continúan incluso mientras los demás árboles duermen. Ayudan a mantener mi corazón brillante y mi espíritu alegre hasta que llega la primavera nuevamente.
Creo que Dios nos dio todos estos árboles de hoja perenne en los bosques por una razón especial. Él nos los dio para recordarnos la vida durante los días más oscuros del invierno. Nos los dio para animarnos a compartir nuestra belleza, luz y amor también. Nos los dio para mostrarnos que la vida, el crecimiento y el amor son eternos. Que siempre recibamos su belleza en nuestros corazones.
Joseph J. Mazzella
Traducido por Pascal Lambert