El sábado pasado, en La oración perfecta, parte 7, vimos que para mantener nuestra relación con Dios, para salvar nuestros corazones, mentes y almas de los dardos venenosos de la ira no resuelta y para evitar ser hipócritas, debemos perdonar a los demás cuando nos han hecho daño. Debemos llegar al punto en que le pedimos a Dios que nos revele nuestra falta de perdón, que la odiemos tanto como Él, que deseemos perdonar y que busquemos en Dios la capacidad de perdonar.
Es difícil decir qué línea de esta oración perfecta es la más importante. Lo que me parece más interesante es que cada línea de esta oración está programada para llevarnos cada vez más profundamente a una hermosa relación con Dios y para darnos todas las herramientas que necesitamos para sobrevivir en este mundo. Primero se nos anima a saber quién es Él, a querer honrar la santidad de Su nombre. A continuación, se nos anima a desear que los principios del reino de Dios se plasmen en nuestros corazones y que Su voluntad se haga en nuestras vidas. A continuación, se nos anima a depender de Dios para… ¡todo! Luego se nos dice que confesemos nuestros pecados y pidamos perdón, ¡así como también perdonamos a los demás! Estas acciones tienen como fin liberarnos de nuestro pecado para que nada se interponga entre nosotros y Dios. Pero hay otro aspecto vital de nuestro caminar con Cristo: ¡mantenernos alejados de las trampas del diablo en primer lugar! Y hoy, comenzamos a considerar la capacidad de Dios para ayudarnos a hacer precisamente eso: “No nos metas en tentación…” (Mateo 6:13a NVI)
No sé ustedes, pero esta frase en particular siempre me ha desconcertado. ¿Cómo puede Dios “llevarnos” a la tentación? ¿No nos dice Santiago: “Nadie debe decir cuando es tentado: ‘Soy tentado por Dios’, porque Dios no puede ser tentado por el mal, y él mismo no tienta a nadie” (Santiago 1:13 NVI)? También sabemos que Dios odia el pecado. Entonces, ¿por qué necesitamos rogarle: “Por favor, no nos dejes caer en la tentación”?
Todos necesitamos la ayuda de Dios para vencer la tentación. Creo que todos nos hemos comprobado esto una y otra vez: separados de Dios, no podemos hacer… nada (ver Juan 15:5). Por lo tanto, cuando oramos y le pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación, estamos, en esencia, admitiendo que no podemos vencer la tentación por nuestra cuenta. Este lugar de humildad es vital en nuestro caminar con Dios.
A pesar de la buena respuesta que da el párrafo anterior, todavía no responde a la pregunta: ¿por qué necesitamos rogarle a Dios que haga lo que Él ya quiere hacer?
Para responder a esto, creo que necesitamos tener una comprensión bíblica clara de lo que significa “liderar”. Todos entendemos que la idea de que Dios guíe a su pueblo es un tema central en las Escrituras. Los Salmos están llenos de peticiones a Dios para que nos guíe por sus caminos (ver Salmos 5:8; 27:11, 139:24, etc.). Así, podemos entender que cuando le pedimos a Dios que nos guíe hacia lo que es correcto, en esencia le estamos pidiendo que nos aleje de lo que no lo es. Cuando Jesús incluyó esta línea en la oración perfecta, la idea que quiere que expresemos es que deseamos evitar el pecado por completo. En esencia, le estamos pidiendo a Dios que no permita que seamos tentados por el pecado.
Pero, ¿no hemos dado un giro completo? Ya sabemos por Santiago 1:15 que “Dios… no tienta a nadie”. ¿Por qué, entonces, tendríamos que pedirle que no nos permita pecar?
Lo que esta línea nos enseña es una Verdad muy importante: ¡Dios tiene suficiente control para salvarnos del poder del diablo cuando lo invocamos! En esencia, cuando decimos: “No nos metas en tentación…”, estamos reconociendo que Dios tiene control sobre el poder del diablo; estamos reconociendo formalmente que invocar a Dios nos salvará de las trampas del diablo; y nos estamos humillando para admitir que no tenemos ese poder, que dependemos de Él –y no de nuestros propios esfuerzos– para vencer la tentación.
En resumen, esta pequeña frase se encuentra en la oración perfecta porque necesitamos reconocer que no podemos vencer la tentación. Necesitamos reconocer la capacidad de Dios para mantenernos fuera de la tentación. Necesitamos poner nuestra máxima confianza en Su capacidad para guiar nuestros pies en el camino que deben seguir. Animo a cada uno de ustedes durante esta próxima semana a continuar rezando el Padre Nuestro diariamente. Esta semana, sin embargo, dediquen un tiempo especial a meditar en esta frase: “No nos metas en tentación…”. Pídanle a Dios que les revele la tentación antes de que caigan en sus trampas. Pídanle que los ayude a odiar la tentación tanto como Él, a querer evitar las trampas del diablo. Luego, haz una declaración de fe de que Dios puede y quiere guiarte por los caminos de la justicia: “No nos metas en tentación…” Cuando lo hagas, comenzarás a notar cómo las tentaciones llegan a tu conciencia antes de que caigas en ellas, cómo la tentación en general, de repente pierde su atractivo para ti, y especialmente, ¡cuán fácil es de repente evitarla!
Pero “No nos metas en tentación…” es solo la mitad del último versículo de la Oración Perfecta de Jesús. Únete a nosotros el próximo sábado para “…Pero líbranos del mal: La Oración Perfecta, Parte 9”.
En Su amor,
Lyn
Lynona Gordon Chaffart
Autora, Moderadora, Directora interina, Ministerio Answers2Prayer
Traducido por Pascal Lambert.