Entonces Amasías, sacerdote de Betel… dijo a Amós: ‘Oh vidente, vete, huye a la tierra de Judá, come allí y profetiza allí, pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es el santuario del rey y es un templo del reino’. Amós respondió y dijo a Amasías: ‘Yo no era profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de sicómoros. Pero el Señor me tomó de seguir el rebaño, y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”‘.
(Amós 7:10a, 12b-15 NVI)
¿Alguna vez has reflexionado sobre tu vida y has dicho: “Dios, no soy la persona indicada para encargarme de esto”? Me pregunto si Amós le dijo eso a Dios. Después de todo, no estudió en el seminario ni aprendió a ser profeta, como lo hacía la gente común. Era un hombre de campo, alguien que cuidaba ovejas y, además, cuidaba árboles.
Y entonces, un día, Dios irrumpió en su vida y se lo llevó para dedicarse a otra cosa: un pastoreo diferente, con ovejas mucho más rebeldes. Lo envió a predicar el mensaje de Dios al pueblo de Israel, que se había alejado del Señor y cometía toda clase de maldades. Como dijo Amós: «Venden a los justos por plata y a los necesitados por un par de sandalias… [pisotean] la cabeza de los pobres hasta convertirla en polvo» (Amós 2:6b-7a NVI). ¡Apuesto a que hubo días en que Amós deseó estar de vuelta con las ovejas de cuatro patas!
Tú también podrías sentirte así si Dios te ha puesto un desafío, ya sea en tu familia, en tu trabajo o en algo relacionado con la comunidad en la que vives. Porque Dios tiene la costumbre de elegir a la persona menos esperada para el trabajo. Creo que lo hace para que sepamos cuánto necesitamos su ayuda. Si somos conscientes de nuestra debilidad, nos apoyaremos en Jesús con todas nuestras fuerzas, porque estamos desesperados y no tenemos otra manera de salir adelante. Y es entonces cuando Dios obra sus maravillas.
En realidad, no debería sorprendernos. Porque este es el Dios que eligió lidiar con nuestro mundo quebrantado, no con terribles milagros de poder, sino viniendo Él mismo a tratar con nosotros, en persona, como ser humano. Vino como un bebé humano, nacido lejos de casa, y luego huyó con sus padres como refugiado en Egipto. Vino a rescatarnos del poder del diablo y sus ángeles, no mediante actos de poder, sino entregando su propia vida en la cruz con vergüenza y dolor. Y lo pusieron en una tumba prestada.
Y cuando pensaban que todo había terminado, Jesús resucitó, sorprendiendo a todos, y promete compartir esa victoria con quienes creemos en Él. Ahora que ha regresado al Padre, nos envía a hacer su obra, a nosotros, débiles e improbables como somos. Y nos ha dado su Espíritu Santo para que viva en nosotros y la haga a través de nosotros.
Oramos: Señor, ayúdame a ver la obra que tienes para mí, a confiar en Ti y a dar un paso al frente para llevarla a cabo. Amén.
Esta Devoción Diaria fue escrita por la Dra. Kari Vo.
Preguntas para la reflexión:
1. ¿Alguna vez has enfrentado un desafío para el que no te sentías preparado?
2. ¿Cómo lo superaste?
3. ¿Cómo te apoyas en Dios para que te ayude con los desafíos que tienes hoy?
Traducido al español por Pascal Lambert