Si bien obtener una licenciatura en Literatura Inglesa me pareció una gran idea en la universidad, no resultó ser una buena elección cuando buscaba trabajo después de graduarme. Yo era un padre joven con una esposa y un bebé en casa y otro en camino. El único trabajo que pude encontrar fue como ayudante de camarero en un restaurante y apenas ganaba lo suficiente para ganarme la vida. Esto empeoraría aún más un día en que sin motivo alguno viera que el gerente me despedía. Conduje a casa enojado, triste, frustrado, preocupado y deprimido. “¿Qué hago ahora?”, me pregunté.
Mientras conducía, el sol comenzó a ocultarse y el cielo se pintó en lo más bellos tonos de rojo, rosa, morado y dorado. En ese momento mi fe era mucho menor de lo que es hoy, pero todavía sentía una sensación de paz al contemplar esa visión celestial antes de mí. Me sentí amado. Me sentí seguro. Y de repente supe que todo estaría bien. Cuando el atardecer empezó a desvanecerse encendí la radio de mi pequeño coche. Al principio solo sonaba estática, pero de repente escuché a la banda Three Dog Night cantar: “¡Celebrate! ¡Celebrar! ¡Baila con la música!” Y aunque mis pies no podían bailar mientras conducía, mi corazón sí.
Ese es sólo uno de los muchos momentos a lo largo de los años en los que Dios en Su infinito Amor ha tocado mi corazón, mi mente y mi alma cuando más lo necesitaba. Cada vez mi ira se ha convertido en sonrisas, mi tristeza en alegría, mi frustración en serenidad, mi preocupación en paz y mi depresión en Amor. Estos días intento no buscar estos momentos sino vivirlos a diario. Intento confiar en el Amor que nos rodea a todos, permanecer conectado a él en mi corazón y en mi alma, y compartirlo a través de mis escritos y mi vida.
El Amor de Dios está alrededor de nosotros:
“Me mostrarás la senda de la vida: Hartura de alegrías hay con tu rostro; Deleites en tu diestra para siempre.” (Ps. 16:11 Reina Valera)
Sólo necesitamos invitarlo a nuestras almas. Entonces, no importa cuán oscura se vuelva la vida, el sol seguirá brillando en nosotros y a través de nosotros siempre.
José J. Mazzella
Traducido por Pascal Lambert
